Ciudadano Welles: 100 años
Barroco, excesivo, curioso como un niño pequeño, inestable, amante de la buena vida, teatrero genial, cineasta genial que tuvo que pasear su talento por medio mundo debido a los problemas de producción de sus películas (y no siempre debido a los que lo financiaban, sino con frecuencia por culpa de su disperso genio). Todo esto y mucho más fue Orson Welles, el niño y hombre prodigio que este año de 2015 hubiese cumplido 100 años.
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Barroco, excesivo,
curioso como un niño pequeño, inestable, amante de la buena vida, teatrero
genial, cineasta genial que tuvo que pasear su talento por medio mundo debido a
los problemas de producción de sus películas (y no siempre debido a los que lo
financiaban, sino con frecuencia por culpa de su disperso genio). Todo esto y
mucho más fue Orson Welles, el niño y hombre prodigio que este año de 2015
hubiese cumplido 100 años.
De
su larga carrera, destaca la época final. Lejos de los filmes de estudio de sus
primeros tiempos, donde contaba con el apoyo de buenos equipos de producción, son
títulos hechos en plan casi guerrillero. Algunos no los acabó, empantanado en
rodajes interminables, que dañaban la estructura de las películas al notarse
demasiado las diversas cámaras utilizadas (aunque algunos, como el último
Godard de Film Socialisme, han hecho
de esto último una prueba de estilo). Son filmes como El Quijote o The Other Side
of The Wind. Pero por otro lado este peregrinaje le llevó a una insólita
libertad creativa. Es el caso de la bella Una
historia inmortal y de Fraude, el
film que proyectamos esta edición de Alcances como homenaje a Orson Welles.
Esta película casi que es un borrador de tendencias cinematográficas que están
vigentes hoy en día, como la mezcla de géneros entre ficción y no ficción, usar
material documental para de alguna manera subvertirlo y darle otro enfoque,
meter en el documental la subjetividad, algo inevitable en una personalidad
como la de Orson Welles que impregnaba con su ego todo lo que tocaba. Una
película que se convirtió en precursora sin pretenderlo. Para ello se basó en
material descartado de un documental que François Reichenbach sobre dos
ilustres falsificadores de la época, como ejemplo de la verdad y la mentira en
el mundo del arte y la literatura. Pero Welles enriquece este discurso,
pintándose a si mismo como otro mentiroso manipulador y reflexionando sobre el
poder del cine como vehículo de embustes. Una película fascinante y rompedora
que abrió caminos sin saberlo. Cuarenta años después de su realización, muchos siguen
su calideoscópica estructura y transitan juguetonamente entre géneros. Este
homenaje se complementará con la proyección en la gala de clausura del
documental de Chuck Workman Mago, la
impresionante vida de Orson Welles, donde se hace un completo repaso a su
trayectoria y obra. Poco es para lo que se merece este irrepetible genio.
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