Festival de cine documental. Del 28 de septiembre al 6 de octubre. CÁDIZ


Festival Ícaro

Festival Ícaro


Organiza:

20 años en las alas de Ícaro

Por Rafael Rosal

Hace 20 años, cuando un pequeño grupo de cineastas decidimos fundar el ahora mundialmente conocido Ícaro, Festival Internacional de Cine en Centro América, teníamos tal vez una sola certeza: El Cine debía contribuir en la construcción de una Cultura de Paz en la posguerra. 

Hacía poco más de un año que en diciembre de 1996 se habían firmado los Acuerdos de una Paz Firme y Duradera, quedaban atrás 36 años de una guerra que nos destruyó en todos los sentidos. Las heridas -que aún hoy no se cierran por completo- estaban a flor de piel en una sociedad acostumbrada y obligada al silencio. 

¿Cómo hacer, qué ayudas buscar? No teníamos ningún recurso más que nuestro entusiasmo y convicción. Pero hay momentos en que los astros y las necesidades históricas coinciden y contra el escepticismo de muchos pero con las manos amigas imprescindibles, el Ícaro rompió el cascarón y tímidamente extendió sus alas y echó a volar.

¿Cuáles fueron esas manos que comprendieron la importancia y trascendencia de lo que aquel grupo de jóvenes proponíamos? No vamos a mencionar nombres, porque siempre se omiten involuntariamente algunos o muchos, pero lo que primero que viene a la memoria es el Departamento de Extensión Cultural de la Universidad Rafael Landívar y el Ministerio de Cultura y Deportes, con esos dos aleros Ícaro pudo despegar. 

¿Qué podíamos mostrar si en el país hablar de cine era como hablar de física nuclear? Aquí creo que está el segundo gran acierto que tuvimos: Había que darle voz a todos, desideologizar el discurso, abrir las alas para todos y todas sin importar orientaciones políticas, religiosas o sexuales, sin discriminar origen racial, cultural o económico. El Ícaro sería un espacio-tiempo de paz y aprendizaje. Un momento de convergencia que permitiera vernos en la multiplicidad de espejos de nuestra realidad diversa y pluricultural. 

¿Qué mostramos en ese primer Ícaro? En nuestra convocatoria abrimos categorías impensables en cualquier otro festival del mundo: Spot publicitario, Vídeo Clip, Reportaje, Nota Periodística, Programa de TV… porque eso era lo que se producía. Para nuestra sorpresa y alegría, la respuesta fue masiva y además de los trabajos inscritos en estas categorías ¡recibimos más de 200 obras documentales realizadas en silencio por artesanos de la imagen y el sonido durante los duros años de guerra y represión, que esperaban engavetadas el momento preciso de salir a luz! 

Lo demás es historia, una hermosa historia. El momento, lugar y condiciones de un nacimiento determinan su futuro y el Ícaro sin duda nació en el momento y lugar precisos y los buenos vientos lo han acompañado en su vuelo. No ha sido fácil y las anécdotas de problemas y dificultades aparentemente insalvables son demasiadas para este espacio. 

Al tercer año el Ícaro adquirió su carácter centroamericano porque creemos firmemente que somos unidad cultural, histórica, política y económica, unidad en la diversidad, pero unidad finalmente que nos permite soñar en un futuro mejor.

¿Qué hacer con el éxito inicial? Pues fundamos Casa Comal. Era evidente la sed de producir y ver cine propio, pero faltaba de todo, empezando por cineastas formados profesionalmente. 

Los talleres que impartíamos en las Universidades Landívar y San Carlos se convirtieron en lo que hoy es Casa Comal Escuela. Nuestro bar cultural fue cuna de una nueva generación de rockeros, artistas plásticos y escenario de lecturas poéticas, presentaciones de libros, performances y ciclos de cine de todo el mundo. Espacio de comunión entre todas las artes. 

Fuimos epicentro de un terremoto artístico y cultural y también pudimos convulsionar la vida noctura de aquellos años, convirtiéndonos en válvula de escape de las necesidades de expresión de la jóven generación de posguerra. Pudimos entonces, atraer las miradas de nuevos amigos y amigas que harían posible que llegáramos a alturas nunca soñadas.

Estamos hablando en primera instancia del gobierno del Reino de Noruega, su embajada en Guatemala y sus agencias de cooperación NORAD y FREDSKORPSET. Esto permitió la formación de cientos de jóvenes centroamericanos en las diversas especialidades técnicas del mundo audiovisual. Para los más talentosos se pudo financiar un programa de intercambio profesional que involucró a la Escuela Internacional de Cine y TV de San Antonio de los Baños y a decenas de cineastas de todos los países centroamericanos y Puerto Rico y República Dominicana. Más recientemente también se impulsó un programa especial de formación para cineastas mayas. Agradecimiento eterno por todo lo que hemos podido construir conjuntamente. 

Hoy el cine centroamericano es una realidad. Decenas de largometrajes de ficción se han producido desde aquel primer Ícaro, centenas, seguramente millares, de documentales, animaciones y cortometrajes también han llegado a las pantallas. 

Podemos hablar de una industria en construcción, podemos hablar de un registro de nuestra historia, nuestras culturas y nuestras realidades. 

Conscientes de que no se puede depender permanentemente de la solidaridad internacional, hemos buscado en todos estos años la institucionalización del Ícaro. El proceso ha sido largo y esperamos sea ya irreversible. El hecho de que haya sido incluido en el Presupuesto General de la Nación 2017 nos hace ser optimistas. Casa Comal estará, como cualquier progenitor, velando por la buena salud del Ícaro, y espera que las nuevas generaciones de cineastas tomen la estafeta y garanticen su permanencia en el futuro. 

En estos años nos hemos logrado organizar como gremio en la AGACINE, recientemente nos hemos incorporado nuevamente al fondo IBERMEDIA y al Consejo de Autoridades Cinematográficas Iberoamericanas (CACI). El Ministerio de Cultura cuenta ya con una Oficina del Audiovisual. Toca ahora presionar, porque nada se logra gratuitamente, para que logremos tener una Ley de Cine que haga realidad el Instituto Nacional del Cine y el Audiovisual. 

Quisiera hacer una excepción y mencionar aquí un nombre muy especial para mí y la historia del cine centroamericano: Elías Jiménez Trachtenberg, gran amigo, socio y artífice en gran medida de lo que aquí he compartido con los lectores. ¡Salud Elías y fuerte abrazo!